martes, 8 de noviembre de 2011

amor cientificamente hablando


Nuestra experiencia nos dice que una simple mirada, un roce casual o una voz penetrante, pueden hacer saltar la chispa del amor. Nuestro organismo puede entrar en ebullición. Pero, qué hay detrás del amor, qué ocurre cuando nos enamoramos. Los científicos han averiguado el porqué. Han destripado la esencia del amor y con ella han eliminado toda visión romántica, fortuita y casual de este sentimiento. Han reducido los temas del corazón a meras reacciones bioquímicas, convirtiendo al cerebro en el gran protagonista del amor. A través del sistema nervioso el hipotálamo envía mensajes a las diferentes glándulas del cuerpo ordenando a las glándulas suprarrenales que aumenten inmediatamente la producción de a d renalina y noradrenalina (neurotransmisores que comunican entre sí a las células nerviosas). Sus efectos se hacen notar al instante: El corazón late más deprisa (130 pulsaciones por minuto). La presión arterial sistólica (la máxima) sube. Se liberan grasas y azúcares para aumentar la capacidad muscular. Se generan más glóbulos rojos a fin de mejorar el transporte de oxígeno por la corriente sanguínea. La química es la protagonista. Investigadores de la Universidad de Rutgers, de Nueva Jersey (Estados Unidos), han realizado recientemente un estudio sobre la esencia del amor, determinando los mecanismos internos que se desatan cuando nos enamoramos concluyendo que la dopamina es la sustancia que produce sentimientos de satisfacción y de placer y, por lo tanto, la causante del enamoramiento. Otros investigadores, como Michael Liebowitz, autor de Chemistry of Love, y Anthony Walsh, autor de Science of Love: Understanding Love and Its Effects on Mind and Body, además de la dopamina también han identificado otras dos sustancias químicas causantes del amor: la feniletilamina y la ocitocina. Y es que, romanticismos fuera, el amor apasionado únicamente se reduce fundamentalmente a la producción de estas tres sustancias químicas del cerebro. La relación de la feniletilamina con el amor se inició con la teoría propuesta por los médicos Klein y Lebowitz del Instituto Psiquiátrico de Nueva York, que sugirieron que el cerero de una persona enamorada contenía grandes cantidades de feniletilamina y que sería la responsable de las sensaciones y modificaciones fisiológicas que experimentamos cuando estamos enamorados. Sospecharon de su existencia mientras realizaban un estudio con pacientes aquejados «de mal de amor», una depresión psíquica causada por una desilusión amorosa.La Química del amor llamó la atención la compulsiva tendencia de estas personas a devorar grandes cantidades de chocolate, un alimento especialmente rico en feniletilamina por lo que dedujeron que su adicción debía ser una especie de automedicación para combatir el síndrome de abstinencia causado por la falta de esa sustancia. Según su hipótesis el, por ellos llamado, centro de placer del cerebro comienza a producir feniletilamina a gran escala y así es como perdemos la cabeza, vemos el mundo de color de rosa y nos sentimos flotando. La Dra. Helen Fisher, antropóloga de la Universidad de Rutgers y autora del libro The Anatomy of Love, divide en tres las etapas del amor: La lujuria, en la que predomina la testosterona, por lo que prima el deseo de sexo. La atracción, en la que predomina la dopamina y la norepinefrina, con lo que estamos en la etapa de euforia y de romance. Y el vínculo, con predominancia de la ocitocina y la vasopresina, por lo que se evoluciona hacia una relación apacible, duradera y segura.

Los estados de enamoramiento se parecen mucho al estrés; la falta de apetito, el insomnio, las obsesiones, la falta de concentración, etc, hacen que la expresión becqueriana «enfermo de amor» deje de ser un mero recurso metafórico para convertirse en una realidad. Para la

Dra. Donatella Marazziti, psiquiatra de la Universidad de Pisa (Italia), las personas «enfermas de amor» realmente están enfermas. La pasión tiene las mismas reacciones que el trastorno obsesivo compulsivo. «Ambos estados están asociados a bajos niveles cerebrales de serotonina, una sustancia química fabricada por el cuerpo que nos ayuda a lidiar con situaciones estresantes», afirma la doctora. La doctora va mucho más allá, afirmando que «las bebidas alcohó- licas también disminuyen los niveles de serotonina en el cerebro, creando la ilusión de que la persona que se encuentra en la otra punta del bar es el amor de tu vida». Ahora entendemos por qué el príncipe de nuestros sue- ños que conocimos en aquel sitio de moda se convierte al día siguiente en una rana verrugosa. No hay duda de que el amor es una enfermedad. Tienesu propio rosario de pensamientos obsesivos y su propioámbito de acción. Los padecimientos y goces del amor se esconden, irónicamente, en esa ingente telaraña de nudos y filamentos que llamamos sistema nervioso autónomo. En ese sistema, todo es impulso y oleaje químico. Aquí se asientan el miedo, el orgullo, los celos, el ardor y, por supuesto, el enamoramiento. A través de nervios microscópicos, los impulsos se transmiten a todos los capilares, folículos pilosos y glándulas sudoríparas del cuerpo. El suave músculo intestinal, las glándulas lacrimales, la vejiga y los genitales, el organismo entero está sometido al bombardeo que parte de este arco vibrante de nudos y cuerdas.
Las órdenes se suceden avelocidades de vértigo: ¡constricción!, ¡dilatación!, ¡secreción!,¡erección! Todo es urgente, efervescente, impelente... Aquí nomanda el intelecto ni la fuerza de voluntad. Es el reino del sientoluego-existo, de la carne, las atracciones y repulsiones primarias..., el territorio donde la razón es una intrusa. Pero la pasión tiene fechade caducidad. Ese estado de «imbecilidad transitoria», en palabras de Ortega y Gasset, no se puede mantener bioquími camente por mucho tiempo. Según la profesora Cindy Hazan, de la Universidad de Cornell, en Nueva York (Estados Unidos), «los seres humanos se encuentranbiológicamente programados para sentirse apasionados entre 18 y 30 meses». Biológicamente hablando, «este tiempo de vida es lo suficientemente largo para que la pareja se conozca, copule y tenga un niño». De nuevo, el culpable es el cerebro. Y es que desarrolla una tolerancia especial a la feniletilamina, que hace que el estado de excitación y euforia disminuya con el tiempo. La locura de la pasión del primer momento se desvanece gradualmente en favor de sentimientos más emocionales y afectivos, gracias a que aumenta el

protagonismo de otra sustancia química: la endorfina. Parecida ala morfina, tiene la cualidad de generar una sensación de seguridad, tranquilidad y paz. Y esto es lo que nos hace mantener relaciones por largos años... quienes logren adecuarse a los nuevos cambios.

En definitiva, la química traduce el amor en reacciones y signos específicos. Pero, volvamos a la poesía. Lope de Vega, por ejemplo, también traduce el amor en sus signos. Química y poesía quieren decir lo mismo, la química nos hace saber y la poesía, sentir. Químicamente hablando, una palabra despertará el sentimiento por las alteraciones correspondientes en la memoria. En cualquier caso me parece casi un milagro que uno se pueda conmover porque ciertas radiaciones del espectro electromagnético se absorban o se rechacen desde un papel y, tras estimular las neuronas de la retina, activen una corriente electroquímica en el nervio óptico que, al llegar al lóbulo occipital del cerebro, se traduzcan en esto: Desmayarse, atreverse, estar furioso,áspero, tierno, liberal, esquivo, alentado, mortal, difunto, vivo, leal, traidor, cobarde y animoso; no hallar fuera del bien centro y reposo,mostrarse alegre, triste, humilde, altivo, enojado, valiente, fugitivo,satisfecho, ofendido, receloso; huir el rostro al claro desengaño, beber veneno por licor suave, olvidar el provecho, amar el daño; creer que un cielo en un infierno cabe, dar la vida y el alma a un desengaño; esto es amor, quien lo probó lo sabe.

Lope de Veg...

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